Hace ya tiempo que tenía pensado hacer un pequeño artículo de opinión como éste para comentar un par de cosas acerca de los llamados portátiles gaming y su utilidad o si es cierto lo de que “para jugar o sobremesa o nada”. Voy a arrancar esta historia precisamente desde esa afirmación entrecomillada.
Hace cuatro años compré un 2 en 1 de 10 pulgadas (portátil que a su vez puede convertirse en tablet) puesto que yo hasta ese momento no tenía ninguno y lo necesitaba para estudiar en la universidad. Yo no necesitaba nada de potencia puesto que el uso del portátil se reducía únicamente a tomar apuntes en clase y, por qué no decirlo, a ver vídeos de gatitos en alguna que otra clase a la que no era necesario prestar tanta atención como a las demás.
En un principio el 2 en 1 me sobraba por todas partes para la tarea que le había encomendado y que acabo de describir, pero cierto es que cuando tenía algo de tiempo al salir de la biblioteca o de clases y quería hacer algo, se me quedaba algo pequeño. Para ver series 10 pulgadas se me hacían algo pequeñas y había veces que lo que me apetecía era jugar, ya que es mi hobby (si podemos llamarlo así) y la verdad es que con ese Intel Atom y esa HD 4000 integrada poco se podía hacer.
Pasaron 3 años y medio y el convertible aguantaba, no veía la necesidad de cambiar a algo más grande pero de pronto comenzó a fallar el conector que debería funcionar cuando quieres usar el 2 en 1 en modo portátil. El teclado y el HDD que iba en el dock se desconectaba cuando le daba la gana, había que cambiar.
Estuve comiéndome la cabeza durante algunas semanas: ¿portátil normal, otros 2 en 1 o… portátil gaming?
El 2 en 1 quedaba totalmente descartado, necesitaba más de 14 pulgadas sí o sí y no me quedó muy buena experiencia. Luego cuando me ponía a ver portátiles “normales”, la verdad es que había alguno muy decente por unos 450-500€ pero con gráfica integrada, lo único que iba a conseguir era poder ver series y películas en una pantalla más grande que la que tenía. Es entonces cuando comencé a interesarme por los portátiles gaming.
Hace años cuando escribía en otra página web nos mandaron un portátil “muy gaming” para analizar, recuerdo que tenía un i7 de tercera o cuarta generación, 32 Gb de ram y una GTX 980m. El bicho costaba la friolera de 3000€ por aquél entonces y yo no podía esperar a que me llegase para hacer la review. Cuando me llegó el trasto mi decepción no pudo ser mayor. La cosa esa pesaba un quintal, era demasiado grueso y grande en general para considerarlo “portátil” y sólo con encenderlo se ponía tanto la CPU como la GPU a más de 60 grados, pero lo peor no era esto, lo peor era ejecutar Battlefield 4 y que no pudiera moverlo en alto a una resolución de 1920×1080 a 60 FPS cuando yo con mi GTX 770 de escritorio sí que podía incluso a más calidad, por no mencionar los 90 grados que alcanzaban tanto la CPU como la GPU cuando se te ocurría abrir algún juego. Las GPU de los portátiles eran terriblemente inferiores a su versión de escritorio.
Yo me quedé con esta experiencia y desde entonces fui de los de “para jugar, sobremesa” o “los portátiles son para lo que son”.
Llega el MSI
En el momento en el que yo necesitaba portátil nuevo, nVidia ya tenía asentadas en el mercado sus gráficas de la serie 10 y había ríos de tinta sobre ellas. Yo hasta ese momento desconocía totalmente que las gráficas de portátil de esa serie eran exactamente las mismas que las de sobremesa: mismo rendimiento (bueno, esto es algo tramposo, puesto que pese a que sí que son la misma gráfica, las de portátil van un poco bajadas de vueltas para que no ardan). Comencé a mirar reviews y visitar tiendas online buscando algo que se pareciera a lo que yo buscaba. Mi tope estaba en 800€, 300€ más que lo que costaban los portátiles “normales” pero a cambio de mucha más potencia para poder jugar cuando no estuviera en casa.
Encontré un MSI GL62M 7REX por poco más de 900€ que tenía un i7 7700HQ, 8 GB de RAM, una GTX 1050Ti de 4 Gb, SSD de 256 Gb y un disco mecánico de 7200 RPM de 1 Tb, que es el que acabé comprando.
Haciendo las primeras pruebas, la verdad es que quedé muy sorprendido de cómo ese “pequeño” ordenador rendía tan bien y a unas temperaturas más que decentes teniendo en cuenta el poco espacio en el que se reúne el hardware.
La GTX1050Ti de ese portátil rinde exactamente igual que la de escritorio (comprobado), soy capaz de mover juegos exigentes como Ghost Recon Wildlands o GTA 5 en alto (cierto es que con algún filtro que otro desacrivado) a 60 FPS que no se menean. El único juego que se ha atragantado (bajadas a 50 FPS, tampoco nada grave) es PUBG y ya todos sabemos lo bien optimizado que está.
Las temperaturas de ese portátil jugando son muy buenas, la GPU no pasa de 65 grados nunca y el procesador rara vez lo veo por encima de los 70. Sí que es cierto que las temperaturas en reposo son algo más altas de lo deseado, 40-45 grados ambas piezas, pero bueno, no es tampoco nada grave.
La batería
Una vez que habíamos sorteado uno de los mayores obstáculos de los portátiles gaming que siempre habíamos tenido (el de la gráfica que rinde mucho menos que su homóloga de escriotrio) debíamos enfrentarnos a un enemigo que, lamentablemente, no podemos derrotar aún hoy en día: la batería.
La duración de la batería en estos portátiles es de risa. Jugando ya os digo que excusáis probarlo. Tanto la CPU como la GPU estando desconectado rinden mucho menos de lo debido y la batería literalmente vuela. Si conseguimos una hora de duración jugando (mal) con la batería ya podemos darnos con un canto en los dientes.
No voy a hablar de la batería del portátil en modo “gaming”, sino en modo “necesito tomar apuntes durante 6 horas de clase que tengo”. Esto es un problema, ya os lo aviso.
El portátil, como todos, cuenta con un modo de bajo rendimiento (pone el procesador al mínimo y la GTX directamente se desconecta). Con este modo conseguí hacer 3 horas y media de batería, con lo que tampoco era suficiente. Para lograr una vida de 6 horas de batería tuve que hacer varias cosas: lo primero es poner el modo eco o ahorro de batería (diferente al que os acabo de nombrar). En este modo baja el brillo, baja la velocidad de los ventiladores al mínimo y baja el rendimiento en general de todas las piezas del portátil. A estos modos podemos acceder mediante la app de MSI llamada “Dragon Center”, bastante útil.
Pero es que únicamente con esto no sirve. Para sacar las 6 horas de batería necesité hacer undevolt al procesador con la aplicacíon XTU de Intel. El 7700HQ no es un procesador al que se le pueda hacer overclocking, pero sí que se le permite bajar o subir el voltaje. La CPU de serie viene con un voltaje altísimo, con lo que es hasta recomendable (más allá de lograr una mayor vida de la batería) bajar este voltaje. En mi caso puedo bajarlo 0.120v, lo cual es bastante undervolt sin que se vuelva inestable. Con esto sumado al modo ECO consigo hacer las 6 horas de batería y, además, las temperaturas arriba descritas.
No os engañéis, para jugar es necesario tener sí o sí el portátil conectado. Esto para mí no era ningún problema puesto que jugaba en mi habitación del piso de estudiantes y, obviamente (o no tanto, según qué piso sea) había enchufe. Pero más allá de esto, yo recomendaría llevar siempre encima el cargador (que no suelen ser muy pequeños, por cierto) por si algún día nos quedamos sin batería y la necesitamos.
Conclusión
Antes de ir con la conclusión, perdonad por el tamaño de la introducción de este artículo, pero era necesario contar mi trayectoria con los portátiles para comprender mejor por qué me decanté por un portátil gaming.
¿Recomiendo un portátil gaming? pues, como gallego que soy, “depende” (este chiste lo entenderán los españoles que nos lean).
Siendo sinceros, no me compraría un portátil gaming a menos que necesitase viajar mucho y me encantase jugar. Hay que tener en cuenta todo lo que he dicho anteriormente, sobre todo lo de la batería, pero también el hecho de que lo que compremos es lo que vamos a tener que quedarnos porque no podremos actualizar la gráfica o la CPU en el 98% de los casos.
Sin embargo también hay que tener en cuenta que el mundo del gaming en los portátiles ha avanzado muchísimo en estos dos últimos años, una barbaridad. Hoy podemos encontrar portátiles con i7 de octava generación (que consumen muchísimo menos que el mío) y con una GTX1060 o 1070 (de las de verdad) por menos de 1200- 1500€ con pantallas de 120 o 144 Hz, con un rendimiento muy similar al de un sobremesa y todo en un tamaño ridículo. Si echamos cuentas con un ordenador de sobremesa con un hardware similar (contando con el monitor y periféricos, claro) y un tamaño lo más pequeño posible (un ITX, por ejemplo), podremos ver que la diferencia en precio no es tanta y repito, teniendo en cuenta su capacidad de ser llevado a cualquier parte. Mi MSI pesa 2 Kg, que no es poco pero nada que no pueda solucionar una mochila a la espalda. Mi sobremesa pesará unos 20 Kg con unas dimensiones de medio metro de largo y de alto y consume muchísimo más que cualquier portátil.
Mi opinión es que si queréis un bicho de estos, leáis mucho antes, miréis si vais a sacarle partido a la potencia extra de la gráfica o si por el contrario, con una integrada os basta porque no vais a jugar a nada. Si teniendo en cuenta todo lo dicho, creéis que le podéis sacar partido, os aseguro que hoy en día no os va a defraudar un portátil gaming.
Si tenéis alguna pregunta que yo no haya aclarado o que directamente no haya hablado de ella, por favor, preguntadme en los comentarios y con mucho gusto os responderé en la medida de mis posibilidades.